Pedro Toro Concha, escritor y artista visual legüino en constante formación e investigación popular. Gestor Cultural de la Universidad Tecnológica Metropolitana. Editor de la revista Clan Kütral y parte del colectivo Cable Corta’o. Ha participado en varias antologías y ha escrito poemarios y recopilaciones de cuentos. En el 2023 publicó “Boletín para no olvidar” como recopilación de sus lecturas en las jornadas de “Poesía es Memoria” y en el 2024 publica la novela “La Niña en la Higuera”.
Hegemonía o Resistencia Cultural
La cultura hegemónica es aquella que es aceptada por todos y todas. Las instituciones y la mayoría de los medios de comunicación, sobre todo los oficiales, son los encargados de instalarla en la población o ciudadanía. En estos espacios se dice y se repite que es lo que está bien y que está mal, cuáles son los parámetros para medir y aceptar las distintas expresiones culturales. Todo es parte de un orden necesario para el sistema y cuando hablamos de cultura, no hablamos sólo de expresiones artísticas, sino de algo mucho más amplio. Se establecen las creencias, comportamientos, costumbres, la historia oficial, las formas de hablar, de escribir, no solo la música que debemos escuchar, sino también el cómo y dónde escucharla. Se establece “lo normal” y “lo correcto”. Incluso si la pizza puede llevar piña o el orden de los ingredientes al preparar un completo. Todo.
También es sabido que en el mundo donde el mercado domina, también dominará esta cultura hegemónica. El mercado y su dinero dicta qué es arte y cuál es la cultura aceptada. Por eso toma más valor la construcción de propuestas que resistan a la cultura hegemónica. Una resistencia cultural. ¿Qué es lo que se resiste? Se resiste al paso del tiempo y al olvido, al negacionismo histórico, también se resiste a la convención cultural que aplana o alisa las ideas, a desaparecer culturalmente, al conservadurismo que no deja avanzar, se resiste a perder identidad, al control y la censura de los medios de comunicación y el Estado, a la coaptación de los grupos de poder políticos y empresariales.
En varios casos las propuestas de resistencia cultural solo llegan a propuestas, muchas quedan en el camino, en la idea lanzada en alguna reunión o en alguna conversación. Solo una selección muy particular de acciones logra concretarse. En muchas ocasiones los procesos de desarrollo de esas propuestas son más valiosos que el resultado final, aunque ese proceso es una experiencia que viven muy pocos. Hay esfuerzos enormes en que esas experiencias lleguen a más personas, pero se necesita también que más personas se cuestionen su propio consumo cultural, para que la vialidad de las propuestas avancen. Muchos consumen pasivamente lo que les propone la hegemonía.
Sabemos cómo funciona el mercado de la cultura y existe una larga lista de críticas ya realizadas a ese sistema. En muchas ocasiones ese mercado nos hace competir y en muy pocas nos hace colaborar. El sistema dominante siempre tiende a replicar su propias formas y acciones en diferentes escalas, y es muy difícil la resistencia en medio de ese panorama. El sistema siempre intenta encauzar toda propuesta por lo institucional, la lógica del sistema es esa, el sistematizar todo, así incluso se enseña en algunas universidades la gestión cultural profesionalizada. Este sistematizar tiende a la hegemonía, porque como todo sistema debe controlar toda entropía.
Las propuestas que se construyen en resistencia quieren mostrar otras formas, intentan seguir otros caminos, diferenciarse, ser rupturistas y tener propuestas creativas. Muchas veces son incómodas y cuesta aceptarlas en primer término, incluso entre pares. Estos otros caminos de resistencia cultural se logran recorrer en ocasiones específicas, pero con una difusión de poco alcance. Por eso también los efectos son acotados o en plazos largos. Ni hablar de las problemáticas del financiamiento. También ocurre, que en ocasiones las prácticas de esta posible resistencia terminan confundiéndose con lo hegemónico, ya que no proponen algo nuevo ni en el fondo ni en la forma y no logran distinguirse. Por esto mismo, es que muchas personas se confunden y asimilan que todo tiene un mismo origen. Quizás hoy en la era de las IAs, el escribir a mano o escuchar música clásica, por ejemplo, puedan ser considerados resistencia cultural y ya no formen parte de una hegemonía. Eso lo hace más confuso aún. El mundo se mueve muy rápido y la adaptación pareciera ser una habilidad necesaria o mejor pagada, al menos.
Lo más probable es que sigan existiendo estos dos modelos alimentándose entre sí. La resistencia en contra de la hegemonía para no ser atrapada dentro de lo “típico y normal” y un sistema cultural intentando atrapar todo aquello que se le escapa de control o que puede sacar provecho de él. ¿Cuál de estos dos sistemas aporta más a la cultura y la educación? Es un buen debate.