Sofía Ibacache Cárdenas; Estudiante de último año de Periodismo en la Universidad de Santiago de Chile (USACH), actualmente desarrollando una tesis de filosofía política sobre comunicación comunitaria.
“Once meses sin Julia Chuñil – Cuando la justicia se vuelve un eco en el bosque”
Hoy 8 de octubre se cumplen once meses de la desaparición forzada de Julia Chuñil Catricura, líder mapuche, defensora del territorio y presidenta de la comunidad Putreguel, en Máfil. Once meses desde que salió a buscar sus animales y nunca volvió. Desde entonces, su nombre se ha convertido en una herida abierta para todo Chile, una pregunta sin respuesta que interpela no solo a los tribunales, sino a todo un país que parece acostumbrarse al silencio.
No es malo hacer memoria de todo lo que ha sucedido hasta este momento, en donde, aún sin Julia, seguimos gritando su nombre con la misma fuerza que el primer día, y con aún más fuerza, porque ahora ya sabemos lo que te han hecho.
La familia de Julia ha denunciado una y otra vez su desconfianza e insatisfacción con las instituciones a cargo de la investigación. La Fiscalía Regional de Los Ríos, encabezada por Tatiana Esquivel, ha sido acusada de mantener el caso bajo una reserva excesiva, negar el acceso al expediente y bloquear diligencias solicitadas por la defensa. Para quienes la buscan, el sistema parece más interesado en proteger sus procedimientos que en encontrar la verdad.
Esa desconfianza no es gratuita. Durante meses, las diligencias han estado marcadas por irregularidades: allanamientos a familiares, filtraciones de antecedentes reservados, contradicciones periciales y un trato desigual hacia quienes reclaman justicia. La familia ha pedido cambiar la fiscalía e incluso ha recurrido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que dictó medidas cautelares ante el evidente riesgo de impunidad.
Pero lo que ha estremecido a Chile en los últimos días es algo más perverso que todo lo anterior, se trata de la revelación de un audio en que el empresario forestal Juan Carlos Morstadt, principal sospechoso, le habría dicho a su padre que “la quemaron”, refiriéndose a Julia Chuñil. No se trata de un error: la grabación corresponde a una interceptación telefónica autorizada judicialmente. Y sin embargo, la Fiscalía —que debería actuar con la máxima transparencia ante una posible confesión indirecta— se ha limitado a decir que se trata de “antecedentes parciales y sesgados”.
¿Parciales? ¿Sesgados? ¿Qué parte de “la quemaron” puede ser malinterpretada?
Mientras la autoridad responde con tecnicismos, la familia sigue sin respuestas y las comunidades siguen buscando entre los árboles y las cenizas. La contradicción es brutal: cuando se trata de una mujer mapuche, defensora del bosque, la justicia se vuelve lenta, distante, burocrática. La reserva judicial se convierte en muro, y el Estado, en cómplice por omisión.
Tras la filtración del mensaje de audio, La ministra vocera, Camila Vallejo, afirmó que no basta con preocuparse, sino que hay que “ocuparse” para esclarecer el caso. Asimismo, desde el Ejecutivo se señaló que no pueden querellarse de oficio porque hasta ahora no hay confirmación de un delito de femicidio o violencia de género, pero se ha dado seguimiento al caso. A su vez, el Presidente Gabriel Boric declaró que “no hay espacio para la impunidad” y exigió que se conozca la verdad del caso.
Pero tanto y nada han hecho pues, aún conociéndose la evidencia del audio, hasta el día de hoy ocho de octubre Juan Carlos Morstadt permanece en libertad, en total impunidad.
Julia no desapareció en la sombra: desapareció en un país que la había escuchado defender la tierra, denunciar abusos, enfrentarse al poder económico. Su voz no se apagó sola. Su silencio, hoy, es una denuncia colectiva: la de los defensores ambientales que desaparecen, la de los pueblos originarios que desconfían de las instituciones que deberían protegerlos, la de una justicia que parece temer a la verdad.
A once meses de su ausencia, no basta con recordar a Julia Chuñil. Hay que nombrar la violencia estructural que su caso revela: un sistema que no sabe —o no quiere— buscar cuando las víctimas son mujeres, indígenas y defensoras del territorio. Julia no es un caso aislado: es la evidencia de una deuda histórica con quienes resisten desde los márgenes. Que defender la tierra no nos cueste la vida.
En el bosque donde desapareció, la pregunta sigue suspendida entre los árboles:
¿Dónde está Julia Chuñil Catricura?
Y la pregunta que todos nos hacemos ¿Por qué el principal sospechoso no está tras las rejas?
